Te pido perdón, Señor, por mis pecados.
Por los pecados de toda una vida que en el amanecer de cada día dejo atrás. La mañana llega, y tú, amor Divino, me perdonas.
Cada día lo haces, cada día esperas ese poco de mí que puedo dar. La pequeñez que preñada de vida, de tu vida, sin duda va a florecer. Mientras tanto, mientras ese momento llega, te vienes
junto a mí y me esperas. Te vienes conmigo nada más levantarme. No apartas de mí tus ojos cuando el pecado llega. Sostienes a mi alma; le imprimes aliento; susurras a mi corazón que se pierda en el tuyo. Pero... a menudo, no te oigo. No, de mí sólo te llega un lamento: no puedo más...
De tu corazón un rayo brota hasta el fondo de mi pecho. Y entre tus brasas y mi lamento, se forma un ruego, una palabra, una oración que transforma mi ser y lo acerca, de
nuevo, a ti.
isabeldelasbenditasalmasdelpurgatorio-
No hay comentarios:
Publicar un comentario